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Una historia de lactancia gemelar

Actualizado: 28 abr 2021

Si con mi primera hija me llevé unas cuantas sorpresas relacionadas con la lactancia, con los gemelos no fue la excepción. Nuevas sorpresas, nuevos problemas, nuevas alegrías, nuevos miedos. Definitivamente otras expectativas y una realidad muy diferente de la que había imaginado.


Años atrás cuando nació mi niña, mi única referencia acerca de la lactancia era la hermosa imagen que veía en las revistas y propagandas, la de la mujer amamantando a su bebé, sonriente y prácticamente envuelta en un halo de luz. ¡Pero! (sí, siempre hay un "pero") cual pompa de jabón al viento, aquella imagen se desvaneció con el primer mordisquito que recibí de mi recién nacida pues no lo esperaba en absoluto. Sin dar más vueltas al asunto, todo resultó muy bien a pesar de los baches al principio del camino y logré dar lactancia materna exclusiva a mi nenita hasta los tres años.

Así las cosas, en mi siguiente embarazo no me preocupaba en lo más mínimo el tema de la lactancia, como si de una asignatura se tratara. Asignatura que por cierto -según yo- había pasado con la mejor calificación... (¡JA!) Pero ni la lactancia es una asignatura que se cursa y se aprueba, ni los embarazos ni los bebés ni las circunstancias se pueden comparar. Simplemente son experiencias únicas e irrepetibles. Por supuesto que la experiencia ayuda, y me ayudó efectivamente. Por ejemplo: ya estaba mentalmente preparada por si los bebés intentaban "morder"; conocía la enorme utilidad de los discos protectores para la lactancia, y los compré de tela (reutilizables en lugar de desechables); había aprendido a extraerme la leche... Y cosas por el estilo.

Pero resulta que...

No es lo mismo si son tus primeros hijos o si ya hay otros mayores que atender, alimentar, llevar al colegio, etc... No es lo mismo si hay alguien que te ayude con las tareas domésticas o no... No es lo mismo si trabajás o no fuera de la casa... No es lo mismo ser que estar, no es lo mismo estar que quedarse, ¡qué va!... (Perdón, esta última línea es de Alejandro Sanz... jaja) No es lo mismo, ciertamente. Durante todo mi embarazo, yo no había dudado por un solo instante que podía amamantar a mis gemelos. Me sentía todopoderosa y super capaz. De hecho, debo confesar que ni siquiera compré biberones. Mi actitud era de tremenda negación hacia el biberón, pues quería alimentarlos con MI leche (tenía, no obstante, bien guardados en sus cajas dos biberones que me regalaron en el babyshower). Había leído que sí es posible amamantar a múltiples. Leí algunos artículos, vi algunas de las posiciones recomendadas para amamantar gemelos. Y nada más. Mi confianza y la almohada de medialuna para la lactancia las tenía como mis grandes aliadas. Pero necesitaría otras.

El primer día de los bebés fue bastante bien: Pude dar el pecho a ambos. Pero por separado. A la hora de la verdad, no me resultó tan sencillo acomodarlos a ambos para amamantarlos al mismo tiempo, al menos al principio. Eran tan chiquitos que la almohada por sí sola no resultaba suficiente (Hoy sé que hay almohadas más adecuadas que la que tenía, diseñadas especialmente para amamantar a dos bebés a la vez). A partir del segundo día la situación era más o menos la siguiente: Daba de mamar a uno y al rato se quedaba dormido. Luego al otro y al rato también se quedaba dormido. Un rato más, y de repente ambos lloraban porque querían más. Y mientras trataba de alimentar a uno, por supuesto el otro seguía llorando. Con el paso de las horas, el llanto (el hambre) y mi desesperación iban en aumento. Esa desesperación nubló mi mente y lo único que atinaba a pensar era el clásico "no pensé pasar por esto".

Los primeros días.

Acabamos en lactancia mixta. Todo fue maravilloso (mientras duró mi permiso de maternidad). Poco a poco fui adquiriendo más seguridad hasta que finalmente logré amamantar a los dos bebés al mismo tiempo. Sí, con la famosa almohada. Era algo hermoso y único. ¡Pura felicidad! Trataba de darles el pecho a ambos al mismo tiempo toda vez que podía. Pero luego... se acabó el permiso de maternidad y tenía que volver al trabajo (capítulo que ya será relatado con más detalle en otra ocasión). Las tomas de pecho se fueron reduciendo. Supongo que no era inevitable, pero era una situación algo complicada de administrar considerando el trajín de cada día. En resumidas cuentas, sentía que me faltaba el tiempo. Aún así intenté extraerme la leche, pero no tuve mucho éxito. Lloré mucho. Lloré porque quería amamantarlos durante más tiempo y me sentía frustrada. A pesar de eso, logré vislumbrar una luz al final del túnel. Recuerdo a mi esposo abrazándome y diciéndome que estaba haciendo las cosas bien, y que los bebés estaban de maravilla, sanitos y felices. Fue entonces que desperté y reflexioné que tan importante como alimentar a mis bebés con mi leche era alimentarlos con mis emociones: Una mamá triste alimenta a sus hijos con su tristeza. Y al revés, una mamá alegre y confiada alimenta a sus hijos con su alegría y su confianza. Miré a mis bebés y ellos con sus sonrisitas me dijeron que estaban bien.

Cuando logré amamantar a ambos (uno ya durmió).
Meses después, tomando solos el biberón.

Entre paréntesis: Sé que la leche materna es lo mejor para el bebé. Lo sé, y tal vez por eso cada vez que preparaba un biberón con fórmula sentía un dedo acusador apuntándome. ¡¿Y cómo no?! Si en el mismo envase de la fórmula está escrita una recomendación del tipo "recordá que lo mejor para tu bebé es la leche materna y no esto..." Y ahí estaba yo, dándoles "esto" a mis bebés... jaja. Lo admito: En muchas ocasiones sentí un tremendo sentimiento de culpa. Pero cuando una es madre de gemelos no hay tiempo para nada ¡y mucho menos para andar cargando culpas! Fin del paréntesis.

Volviendo al tema que nos ocupa, más o menos a los nueve meses los bebés fueron dejando el pecho. No fue precisamente como lo había soñado, pero haber llegado hasta ahí fue todo un logro.


Hoy creo que definitivamente tuve que informarme antes y más, para saber qué podía esperar en esa situación tan especial y particular que supone la llegada de dos bebés. Meditar un poco más sobre el asunto. Intentar conocer y aprender de la experiencia de otras personas que ya han pasado por aquella etapa que yo estaba por vivir. Por todo eso, entre otras cosas, es que escribo estas líneas. Esta entrada es sobre mi experiencia y te la regalo, por si acaso sea de utilidad. Y no lo olvides: Cada experiencia es única. Disfrutá de la tuya con tus bebés. Suena cliché, pero no encuentro otra forma de decirlo.


 

¡Todavía hay más!

  • En otra entrada te contaré qué es lo que hubiera querido saber o hacer antes respecto a la lactancia con dos bebés.

  • Además, hablaremos más sobre la lactancia mixta, sus ventajas y desventajas (Ver post aquí).

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